Las uñas participan en casi cualquier cosa que un gato hace mientras está despierto. Por la mañana, clava sus uñas en el rascador y tira haciendo fuerza contra la resistencia de las uñas para estimular y tonificar la parte superior de su cuerpo. Mientras juega, sus uñas atrapan los juguetes que vuelan por el aire y los sujetan. Cuando corre por la casa y sube las escaleras, sus uñas actúan como clavos para proporcionarle tracción extra. Cuando escala, usa las uñas como crampones de montañismo en miniatura que le permiten alcanzar la cima con facilidad.
Un gato usa las uñas para rascarse cuando le pica, manipular sus ratones de hierba gatera, agarrarse para seguir un camino estrecho, alzar su cuerpo hasta una percha alta, y sujetarse sobre una silla con estabilidad mientras se acicala. Las uñas se utilizan incluso para expresarse; por ejemplo, una ligera extensión de las uñas es una sutil forma de decir “Estoy cansado de que me sujetes y me apetece bajar al suelo”.
En algunos casos, las uñas actúan como salvavidas, permitiendo a un gato trepar a un lugar seguro o frustrar a un atacante.
Todo esto, y mucho más, se pierde cuando un gato es desungulado.
En la mayor parte del mundo no se desungula. En prácticamente todos los países donde los gatos son animales de compañía, desungularlos es ilegal o está efectivamente prohibido. Es todavía frecuente en Estados Unidos y Canadá.
Desungular es un término demasiado benigno y engañoso. Cuando la gente lo escucha por primera vez, normalmente piensan que se refiere a algún tipo de corte de uñas, no una serie de diez amputaciones que dejan al gato sin los extremos de sus garras delanteras. Los veterinarios que se oponen a la desungulación informan de que más de la mitad de los clientes que consideran la opción de desungular, cambian de idea una vez que descubren cómo es el procedimiento en realidad.
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