 
    
      Una cerda en una jaula de gestación. Foto: © Jonás Amadeo Lucas / The Animal Day
    
 Con motivo del Día de la Madre, la empresa Navidul, perteneciente al grupo Camprofrío, ha lanzado una  campaña publicitaria
 consistente en regalar a las mujeres que den a luz el domingo 4 de mayo
 el peso de sus recién nacidos en jamón. "Queremos hacer un homenaje a 
las recientes madres en el día más importante de su vida, entregándoles 
uno de sus regalos más anhelados tras dar a luz, porque ser madre en 
estos tiempos merece algo más que un pan bajo el brazo", ha proclamado 
Eduardo Burgos, director de Marketing de Navidul.
 Es 
un regalo muy triste. Porque recuerda la precariedad material de “estos 
tiempos”. Y es un regalo perverso, que recuerda nuestra miseria moral. 
Porque, apelando a la natural alegría de las madres humanas por la 
llegada de su bebé, olvida el sufrimiento extremo al que son sometidas 
otras madres. En este caso, las cerdas. Es un olvido a conciencia, pues  Campofrío ya fue denunciada a través de un vídeo
 grabado por activistas de Igualdad Animal en una granja de la provincia
 de Burgos que le suministra cerdos. Fue la respuesta de la indignación a
  un anuncio de esta empresa en el que ridiculizaba el vegetarianismo.
 Un anuncio ofensivo con los humanos compasivos y ofensivo con los 
cerdos, que son maltratados con crueldad a pesar de tratarse de animales
 extremadamente inteligentes y cariñosos, que en condiciones de libertad
 se organizan en grupos matriarcales y comparten un amoroso cuidado de 
su crías.
 No encontraron eso los activistas en la 
granja que suministra cerdos a Campofrío, sino miles de cochinillos 
confinados, que habían sido apartados de sus madres. Todos estaban 
mutilados: les habían cortado el rabo y los testículos, les habían 
tatuado un número en la oreja, les habían arrancado los dientes. Todo 
ello sin anestesia. Tras varios meses sometidos a engorde, privados de 
libertad y sin haber conocido siquiera la luz del sol (solo oscuridad, 
cemento, hierro oxidado que deforma sus pezuñas, cuerpos agonizantes y 
cadáveres a su alrededor), los que hayan sobrevivido a ese infierno 
serán subidos a la fuerza a un camión y conducidos al matadero. El 
hacinamiento les habrá producido dolorosas heridas, diversas infecciones
 y un profundo estrés emocional que manifiestan a través de 
comportamientos estereotipados: se dan golpes contra los barrotes, 
chupan las rejas, se balancean.
 Vean a sus madres y 
díganse a sí mismos si no se les parte el alma. No se puede imaginar 
situación más desesperante. Unas madres recién paridas que apenas pueden
 incorporarse porque están encerradas en una estructura metálica del 
tamaño de su cuerpo: la jaula de gestación. Unas madres que, 
angustiadas, doloridas, cautivas entre hierros, ni siquiera pueden lamer
 a sus pequeños hijos. Tumbadas sobre una reja metálica que filtra sus 
excrementos, solo son capaces de ofrecer las mamas a sus cachorros, que a
 veces mueren bajo su propio peso porque ellas no pueden levantarse para
 liberar al que ha quedado atrapado. Unas madres a las que mantienen 
aprisionadas en esas jaulas durante años. Cuando ya no puedan parir más,
 esas madres exhaustas, derrotadas, enloquecidas, irán también al 
matadero.
 Las jaulas de gestación para cerdas son auténticos instrumentos de tortura y son utilizadas por toda la industria cárnica.  Peta lleva años denunciando
 por su uso a Smithfield Food, con sede en Virginia. Es la mayor empresa
 porcina del mundo: mata a casi 30 millones de cerdos al año. Allí, como
 aquí, las cerdas son sometidas a ciclos constantes de embarazos 
forzados y sus cachorros les son arrebatados a las pocas semanas de 
nacer. Son cerdos manipulados genéticamente para que engorden más y se 
les suministra grandes dosis de antibióticos para soportar las 
condiciones de inmundicia en las que son mantenidos. Al final, 
aterrorizados y enfermos, son trasladados al matadero en camiones sin 
comida ni agua, con temperaturas extremas. El pánico, el calor y el 
agotamiento suponen que un porcentaje de ellos, con el que las empresas 
ya cuentan, morirá durante su espantoso trayecto hacia la muerte.
 También hay cerdas que no serán admitidas en el matadero por estar 
cojas o ser ya incapaces de caminar, así que los procedimientos serán 
otros. Quizá recuerden  otra investigación de Igualdad Animal
 en una granja de Murcia, fue noticia porque lo que encontraron allí 
sobrepasaba todos los límites: los trabajadores golpeaban con barras de 
hierro a las cerdas preñadas, les rajaban el vientre con una cuchilla 
cuando aún estaban vivas y les sacaban los lechones. Como la empresa no 
obtendría el beneficio de su venta, en la granja Escobar las mataban de 
esa manera para aprovechar a sus hijos. A raíz de aquella investigación,
 se detuvo a dos trabajadores de la granja y está pendiente un juicio 
por maltrato animal. Pero si no hubiera sido por los activistas, 
seguirían cometiendo esas atrocidades y seguirían lucrándose de esa 
violencia contra las madres: Agropecuaria El Escobar había sido premiada
 en 2008 por la industria cárnica con el Porc d'Or de bronce por 
lechones nacidos vivos, en la categoría de granjas de más de 1.500 
cerdas.
 Con el sello de “Calidad Asegurada”, que supuestamente garantiza el bienestar animal, se ha cubierto también las espaldas la  empresa porcina británica Harling,
 en Norfolk. Pero la investigación que llevó a cabo Igualdad Animal en 
una de sus granjas desveló una realidad atroz. Lechones separados de sus
 madres, desamparados, que manifiestan pánico. Lechones que son 
agarrados por las patas o las orejas y lanzados contra el suelo. Cerdos 
aterrorizados por los gritos y los golpes, pateados, sangrando tras ser 
apaleados con una tubería o con barras de metal, obligados a moverse a 
base de cortes en el lomo con un cuchillo. Cerdos con tumores, hernias y
 heridas sajadas en vivo por los trabajadores. Cerdos arrojados vivos, 
entre convulsiones, al contenedor de cadáveres. No inventamos nada, todo
 puede verse en los documentos de los infiltrados.
 
Para engañar a los consumidores, las empresas se valen de esos 
certificados que presuntamente garantizan calidad, de esos premios que 
las prestigian, de esas campañas publicitarias que las hacen parecer 
inocentes y solidarias. Campañas como la de Navidul para el Día de la 
Madre. Pero no solo engañan así. También  calificando de “ibérico” un jamón que no lo es.
 Engañan diciendo que son cerdos que han vivido libres en las dehesas, 
comiendo bellotas durante dos años, cuando la espeluznante realidad es 
la que muestran vídeos como los de la granja de Burgos, donde los 
cerdos, aparte de ser maltratados, son mestizos de la raza 
norteamericana duroc y alimentados con piensos de muy dudosa calidad. 
Para hacer efectivo el engaño, recurren a falsas denominaciones de 
origen, como “Jabugo” o “Extremadura”.
 Dice Enrique 
Burgos, director de Marketing de Navidul, que ser madre merece algo más 
que una barra de pan. Lo que merecen las madres humanas es saber qué hay
 dentro de ese pan, conocer la verdad que empresas como la suya disfraza
 de regalos. Entendemos que recurren a cualquier artimaña porque su 
actividad está en entredicho, como tuvieron que recurrir a anuncios 
burlones porque temen que se imponga esa verdad. Pero ha de saber Burgos
 que los de su empresa son gestos de los que se deduce su temor ante la 
compasión que se abre camino: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti, 
luego te atacan. Entonces ganas”, proclamó Gandhi.
 En ese camino de la compasión celebramos el día de la madre humana, creadora de vida. Pero también el de  la madre cerda,
 convertida por las empresas humanas en productora de carne, obligada a 
parir y a amamantar a sus lechones en una jaula. Y el de  la madre vaca, convertida en productora de leche, condenada a parir terneros que le serán arrebatados a los pocos días. Y el de  la madre oveja y la madre cabra, convertidas en productoras de corderos y cabritos, que son sus crías aunque parezcan solo el nombre de un asado. Y el de la  madre gallina, convertida en productora de pollos, unos hijos a los que ni siquiera se le da la oportunidad de conocer. Y el de  la madre perra, convertida en productora de cachorros que irán a parar a la cárcel de un escaparate y al capricho de la irresponsabilidad.
 Porque ninguna madre merece ser explotada, torturada, despreciada, separada de sus hijos.
 
    Ruth Toledano
http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/drama-madres_6_255884423.html
 
