Con motivo del Día de la Madre, la empresa Navidul, perteneciente al grupo Camprofrío, ha lanzado una campaña publicitaria
consistente en regalar a las mujeres que den a luz el domingo 4 de mayo
el peso de sus recién nacidos en jamón. "Queremos hacer un homenaje a
las recientes madres en el día más importante de su vida, entregándoles
uno de sus regalos más anhelados tras dar a luz, porque ser madre en
estos tiempos merece algo más que un pan bajo el brazo", ha proclamado
Eduardo Burgos, director de Marketing de Navidul.
Es
un regalo muy triste. Porque recuerda la precariedad material de “estos
tiempos”. Y es un regalo perverso, que recuerda nuestra miseria moral.
Porque, apelando a la natural alegría de las madres humanas por la
llegada de su bebé, olvida el sufrimiento extremo al que son sometidas
otras madres. En este caso, las cerdas. Es un olvido a conciencia, pues Campofrío ya fue denunciada a través de un vídeo
grabado por activistas de Igualdad Animal en una granja de la provincia
de Burgos que le suministra cerdos. Fue la respuesta de la indignación a
un anuncio de esta empresa en el que ridiculizaba el vegetarianismo.
Un anuncio ofensivo con los humanos compasivos y ofensivo con los
cerdos, que son maltratados con crueldad a pesar de tratarse de animales
extremadamente inteligentes y cariñosos, que en condiciones de libertad
se organizan en grupos matriarcales y comparten un amoroso cuidado de
su crías.
No encontraron eso los activistas en la
granja que suministra cerdos a Campofrío, sino miles de cochinillos
confinados, que habían sido apartados de sus madres. Todos estaban
mutilados: les habían cortado el rabo y los testículos, les habían
tatuado un número en la oreja, les habían arrancado los dientes. Todo
ello sin anestesia. Tras varios meses sometidos a engorde, privados de
libertad y sin haber conocido siquiera la luz del sol (solo oscuridad,
cemento, hierro oxidado que deforma sus pezuñas, cuerpos agonizantes y
cadáveres a su alrededor), los que hayan sobrevivido a ese infierno
serán subidos a la fuerza a un camión y conducidos al matadero. El
hacinamiento les habrá producido dolorosas heridas, diversas infecciones
y un profundo estrés emocional que manifiestan a través de
comportamientos estereotipados: se dan golpes contra los barrotes,
chupan las rejas, se balancean.
Vean a sus madres y
díganse a sí mismos si no se les parte el alma. No se puede imaginar
situación más desesperante. Unas madres recién paridas que apenas pueden
incorporarse porque están encerradas en una estructura metálica del
tamaño de su cuerpo: la jaula de gestación. Unas madres que,
angustiadas, doloridas, cautivas entre hierros, ni siquiera pueden lamer
a sus pequeños hijos. Tumbadas sobre una reja metálica que filtra sus
excrementos, solo son capaces de ofrecer las mamas a sus cachorros, que a
veces mueren bajo su propio peso porque ellas no pueden levantarse para
liberar al que ha quedado atrapado. Unas madres a las que mantienen
aprisionadas en esas jaulas durante años. Cuando ya no puedan parir más,
esas madres exhaustas, derrotadas, enloquecidas, irán también al
matadero.
Las jaulas de gestación para cerdas son auténticos instrumentos de tortura y son utilizadas por toda la industria cárnica. Peta lleva años denunciando
por su uso a Smithfield Food, con sede en Virginia. Es la mayor empresa
porcina del mundo: mata a casi 30 millones de cerdos al año. Allí, como
aquí, las cerdas son sometidas a ciclos constantes de embarazos
forzados y sus cachorros les son arrebatados a las pocas semanas de
nacer. Son cerdos manipulados genéticamente para que engorden más y se
les suministra grandes dosis de antibióticos para soportar las
condiciones de inmundicia en las que son mantenidos. Al final,
aterrorizados y enfermos, son trasladados al matadero en camiones sin
comida ni agua, con temperaturas extremas. El pánico, el calor y el
agotamiento suponen que un porcentaje de ellos, con el que las empresas
ya cuentan, morirá durante su espantoso trayecto hacia la muerte.
También hay cerdas que no serán admitidas en el matadero por estar
cojas o ser ya incapaces de caminar, así que los procedimientos serán
otros. Quizá recuerden otra investigación de Igualdad Animal
en una granja de Murcia, fue noticia porque lo que encontraron allí
sobrepasaba todos los límites: los trabajadores golpeaban con barras de
hierro a las cerdas preñadas, les rajaban el vientre con una cuchilla
cuando aún estaban vivas y les sacaban los lechones. Como la empresa no
obtendría el beneficio de su venta, en la granja Escobar las mataban de
esa manera para aprovechar a sus hijos. A raíz de aquella investigación,
se detuvo a dos trabajadores de la granja y está pendiente un juicio
por maltrato animal. Pero si no hubiera sido por los activistas,
seguirían cometiendo esas atrocidades y seguirían lucrándose de esa
violencia contra las madres: Agropecuaria El Escobar había sido premiada
en 2008 por la industria cárnica con el Porc d'Or de bronce por
lechones nacidos vivos, en la categoría de granjas de más de 1.500
cerdas.
Con el sello de “Calidad Asegurada”, que supuestamente garantiza el bienestar animal, se ha cubierto también las espaldas la empresa porcina británica Harling,
en Norfolk. Pero la investigación que llevó a cabo Igualdad Animal en
una de sus granjas desveló una realidad atroz. Lechones separados de sus
madres, desamparados, que manifiestan pánico. Lechones que son
agarrados por las patas o las orejas y lanzados contra el suelo. Cerdos
aterrorizados por los gritos y los golpes, pateados, sangrando tras ser
apaleados con una tubería o con barras de metal, obligados a moverse a
base de cortes en el lomo con un cuchillo. Cerdos con tumores, hernias y
heridas sajadas en vivo por los trabajadores. Cerdos arrojados vivos,
entre convulsiones, al contenedor de cadáveres. No inventamos nada, todo
puede verse en los documentos de los infiltrados.
Para engañar a los consumidores, las empresas se valen de esos
certificados que presuntamente garantizan calidad, de esos premios que
las prestigian, de esas campañas publicitarias que las hacen parecer
inocentes y solidarias. Campañas como la de Navidul para el Día de la
Madre. Pero no solo engañan así. También calificando de “ibérico” un jamón que no lo es.
Engañan diciendo que son cerdos que han vivido libres en las dehesas,
comiendo bellotas durante dos años, cuando la espeluznante realidad es
la que muestran vídeos como los de la granja de Burgos, donde los
cerdos, aparte de ser maltratados, son mestizos de la raza
norteamericana duroc y alimentados con piensos de muy dudosa calidad.
Para hacer efectivo el engaño, recurren a falsas denominaciones de
origen, como “Jabugo” o “Extremadura”.
Dice Enrique
Burgos, director de Marketing de Navidul, que ser madre merece algo más
que una barra de pan. Lo que merecen las madres humanas es saber qué hay
dentro de ese pan, conocer la verdad que empresas como la suya disfraza
de regalos. Entendemos que recurren a cualquier artimaña porque su
actividad está en entredicho, como tuvieron que recurrir a anuncios
burlones porque temen que se imponga esa verdad. Pero ha de saber Burgos
que los de su empresa son gestos de los que se deduce su temor ante la
compasión que se abre camino: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti,
luego te atacan. Entonces ganas”, proclamó Gandhi.
En ese camino de la compasión celebramos el día de la madre humana, creadora de vida. Pero también el de la madre cerda,
convertida por las empresas humanas en productora de carne, obligada a
parir y a amamantar a sus lechones en una jaula. Y el de la madre vaca, convertida en productora de leche, condenada a parir terneros que le serán arrebatados a los pocos días. Y el de la madre oveja y la madre cabra, convertidas en productoras de corderos y cabritos, que son sus crías aunque parezcan solo el nombre de un asado. Y el de la madre gallina, convertida en productora de pollos, unos hijos a los que ni siquiera se le da la oportunidad de conocer. Y el de la madre perra, convertida en productora de cachorros que irán a parar a la cárcel de un escaparate y al capricho de la irresponsabilidad.
Porque ninguna madre merece ser explotada, torturada, despreciada, separada de sus hijos.
Ruth Toledano
http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/drama-madres_6_255884423.html