
El jefe de la ONG SOS Rescate de Fauna Marina, Richard Tesore, da el biberón al bebé rescatado.
Si Usted vive en la Comunidad de Madrid y tiene la mala suerte de que se le extravía su perro o su gato, ya puede pensar en cómo decirle a sus hijos que no lo volverán a ver vivo, porque esa es la alternativa más probable. Doña Esperanza Aguirre, en su nueva Ley de Protección Animal, reduce de quince a tres días el plazo de espera para matarlos en los centros de recogida. Setenta y dos horas, ese es el tiempo que la Presidenta le otorga de vida a las criaturas que cometieron el “delito” de perderse o de haber nacido sin un hogar
No se queda ahí en sus medidas, pues también prohíbe que se alimente a los animales de la calle, lo que equivale a declarar ilegal la labor altruista de muchos ciudadanos y asociaciones que además de darles de comer - normalmente a colonias de gatos - ayudan a que estén controladas a través de programas de esterilización y atención veterinaria pagada de su bolsillo.
El Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid, con Doña Esperanza a la cabeza, afirma que con esta nueva normativa se mejora la protección de los animales. Curiosa, pero sobre todo siniestra y cínica la forma de entender el amparo a estas criaturas, cuando en vez de seguir el ejemplo creciente de otros lugares en los que el sacrificio - excepto por razones de sufrimiento e inviabilidad del animal - está prohibido, en su Feudo se les puede ejecutar (porque otro nombre no tiene), con una celeridad propia de ciertos campos dedicados a esos menesteres.
Tengan al menos la decencia de llamarla por su nombre: Ley de Masacre Animal
Imagino que es de ilusos esperar sensibilidad con perros o gatos en quien defiende a ultranza las corridas de toros. Para Doña Esperanza el respeto a estas criaturas no deviene de su condición de seres vivos sino que es una cuestión de propiedad. Así, aquellos animales sin dueño conocido por haberse extraviado o por carecer de él, lo que merecen a su juicio es, según los casos, la desprotección absoluta o la muerte con una inyección barata y de efectos lentos.
Por no afectar esta aberración directamente a humanos probablemente será una noticia sin alcance, como pasa casi siempre. Pero más allá de cuánto se hable o se deje de hablar de la nefasta suerte que estas pobres víctimas corren a partir de ahora en Madrid, lo cierto es que el Gobierno de esa Comunidad legisla para matarlas legalmente con las menores trabas posibles y arremete contra aquellas personas que demuestran una sensibilidad de la que ellos carecen. ¿Ley de Protección Animal? Tengan al menos la decencia de llamarla por su nombre: Ley de Masacre Animal. Esperanza… Su bautizo fue el paradigma del sarcasmo.
Julio Ortega Fraile
www.findelmaltratoanimal.blogspot.com
Santiago, 3 de octubre de 2011. – La muerte de una osa y su cría en una granja de bilis en el noroeste de China, no sólo provocó la indignación por la crueldad implícita en la práctica, sino que también generó el cuestionamiento respecto de si los animales pueden cometer suicidio.
En agosto pasado la hembra se habría quitado la vida azotándose contra una muralla tras haber asfixiado a su hijo. Nadie sabe cómo, pero la osa logro escabullirse y llegar hasta donde se encontraba el osesno que aún se quejaba, luego que los profesionales del recinto le perforaron el vientre para instalarle la sonda que les permitiría recolectar su bilis de por vida.
Si bien científicamente, hoy se acepta y se reconoce que los animales son capaces de experimentar dolor, el que tengan conciencia de sus actos y manifiesten intencionalidad para realizarlos es materia de una lata discusión que se inició formalmente a fines de la década de los ’70 del siglo pasado.
En 1978, Donald R. Griffin creó la etología cognitiva al sugerir que los animales podían ser capaces de pensar y razonar. En sus publicaciones, entre las que se encuentran Question of Animal Awareness (1976) y Animal Thinking (1985), el zoólogo que descubrió el sistema de ecolocalización de los murciélagos, aseguró que el nivel de complejidad y adaptación que muestra el comportamiento animal indica que no son meros autómatas y que pueden pensar, aunque no lo hagan de la misma forma ni sobre las mismas cosas que los humanos.
Las teorías de Griffin, quien falleció en 2003, si bien son aceptadas por parte de la comunidad científica y han servido para impulsar el estudio de los procesos mentales de los animales, también son criticadas pues dependen de la anécdota. Esto lo vuelve subjetivo y con frecuencia se torna antropomorfo. Es decir, se interpreta o se homologan las actitudes animales a las humanas.
Para María José Ubilla, magíster en Etología Clínica y Bienestar y candidata a doctor en Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid, la respuesta a la interrogante sobre la capacidad de los animales para quitarse la vida voluntariamente no es sencilla. Explica que el suicidio implica intencionalidad y hasta hoy los estudiosos de la etología evolutiva, filósofos y psicólogos discuten sobre si los animales tienen conciencia. De ser positiva la respuesta, se podría avanzar en determinar si existe o no intencionalidad en los actos de los animales.
“Habitualmente las personas homologan el comportamiento de sus mascotas con conductas humanas. Científicamente no hay ninguna publicación que hable del suicidio en animales. De hecho, se entiende que la decisión de quitarse la vida requiere de intencionalidad, cuestión que no se ha comprobado en ellos”, explicó Ubilla.
“Si alguien atenta contra su vida se entiende que es un acto que tiene un fin. Si un perro mata o ataca a otro de su misma especie, eso se explica como el resultado de una conducta agresiva o debido al instinto de supervivencia”, precisó la especialista.
De acuerdo a su experiencia clínica, Ubilla explica que lo que más podría asemejarse al suicidio animal es el “learned helplessnes” o síndrome de Desesperanza Aprendida o de Indefensión Aprendida, una condición habitual en animales en cautiverio con bajos niveles de bienestar. “Yo sólo lo he visto en animales de zoológicos. Se manifiesta como una depresión, pero mucho más profunda. Los animales dejan de comer y beber, se les cae el pelo y no muestran conductas propias de la especie como defenderse ante un ataque. Se vuelven hipo reactivos, es decir, no responden a estímulos externos molestos o que les causen dolor”, detalló.
La especialista explicó que a diferencia de la depresión en animales, el síndrome de desesperanza aprendida no tiene tratamiento. “Los animales aprenden que no pueden cambiar su forma de vida. Que no hay otra forma de existir. Por eso es común en ejemplares cuyo bienestar está por el suelo”, dijo.
La desesperanza aprendida fue descrita por primera vez por los psicólogos estadounidenses Martin Seligman y Bruce Overmier en la década de los ’60 del siglo XX, como una forma de explicar los mecanismos de la depresión en humanos. Se define como una condición psicológica en la que un sujeto aprende a creer que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado, el animal permanece pasivo frente a una situación incómoda o lesiva, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar sus circunstancias.
La magíster en Etología Clínica y Bienestar, María José Ubilla explicó que cuando un animal sufre de depresión al igual que en una persona, este muestra níveles de serotonina muy bajos. Para revertir esa condición se busca mejorar su bienestar y se estimulan todos sus sentidos. “La idea es enriquecer su hábitat, darle alimento más palatable, forzarlo a hacer más ejercicio, incrementar el estímulo afectivo con su ser de apego (dueño o compañero social de la misma especie); y ocupar fármacos que los ayuden a elevar el nivel de serotonina. Esto por lo general tiene muy buen resultado en pacientes depresivos, pero en los que desarrollan sindrome de esperanza aprendida es poco lo que se puede hacer”.
Aunque científicamente no está descrito el suicido animal, a diario se registran experiencias de dueños de mascotas que indican que sus animales muestran conductas suicidas. Estas van desde el dejar de comer hasta quedarse bajo la lluvia o la nieve sin buscar refugio hasta morir hipotérmicos. Si bien la desesperanza aprendida parece no revertir en animal, Ubilla indica que ante signos depresivos es necesario consultar a un especialista en conducta. “Es probable que el veterinario que habitualmente atiende a sus mascotas no se de cuenta de lo que ocurre o no pueda indicar un tratamiento adecuado que ayude a cambiar la conducta del paciente. Por eso es necesario recurrir a un etólogo, un especialista, que tiene las herramientas y el conocimiento para mejorar la condición de ese paciente”.
Fuente: http://www.prensanimalista.cl/web/2011/10/04/animales-suicidas-vivir-con-desesperanza/
Colombia sigue conmocionada desde que diez barcos de bandera costarricense irrumpieran de manera ilegal en el Santuario de Malpelo para matar a 2.000 tiburones y comercializar sus aletas. La alta consejera presidencial para la Gestión Ambiental y la Biodiversidad, Sandra Bessudo, confirmó la información hace unos días.
Al parecer, la Armada envió un buque a la zona, pero este no llegó a tiempo de detener la masacre. El área al completo llevaba varios días sin vigilancia alguna, denuncian los ecologistas. Las dos lanchas oficiales destinadas a patrullar Malpelo se encontraban en reparación, aseguran los medios de comunicación colombianos.
La Isla de Malpelo, una de las más visitadas, ubicada en el océano Pacífico, pertenece a la jurisdicción de Buenaventura, Valle del Cauca. La Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 2006.
La tragedia ambiental fue descubierta por un grupo de buzos rusos que visitaban Malpelo con la finalidad de observar tiburones.
Entre los 2.000 ejemplares mutilados hay distintas especies: martillo, galápago, ballena, monstruo ó de las profundidades....
Los escualos son pescados, izados hasta las cubiertas de los barcos donde se les cortan las aletas y arrojados al mar (aún vivos), donde acaban muriendo.
La sopa de aleta de tiburón es un plato exquisito y caro que se degusta en muchos lugares de Asia.
Costa Rica ha declarado que colaborará con la justicia de Colombia para esclarecer la barbarie. Asimismo, el ministro de Ambiente colombiano, Frank Pearl, también ha manifestado su deseo de obtener la cooperación de países como Japón para contener la oferta y la demanda de aleta de tiburón.
Fuente: http://www.abc.es/20111020/natural-biodiversidad/abci-masacre-tiburones-malpelo-201110201158.html