Triana mueve con fuerza el rabo en cuanto siente la presencia de sus
cuidadores. Lo hace siempre. Tan fuerte lo mueve, que se lo ha roto. Lo
tiene vendado para no hacerse más daño. La galga se pone en pie y
los cachorros
de pocos días que aún amamanta se esfuerzan por alcanzar la fuente de
su alimento. En la habitación contigua hay otra perra a punto de
alumbrar otra camada. La american stafford se esconde de la gente. Tiene
miedo. "Venía fatal; debieron de pegarle muy fuerte", explica Silvia.
Estas dos perras fueron 'rescatadas' por la Policía en una redada en
el asentamiento chabolista del Vacie, donde sus propietarios las tenían
en muy malas condiciones. Pero representan sólo al 1% de los animales
que aguardan un futuro mejor en el
refugio que la asociación Ayandena tiene en Mairena del Alcor, que dirigen Silvia e Iván.
"Algunos proceden de redadas policiales, a otros los dejan en la puerta del refugio...
La mayoría son abandonados;
en cuanto llega el verano y con él las vacaciones, las mascotas se
convierten en una carga y mucha gente se deshace de ellas". En las
carreteras, en gasolineras, amarrados a un poste de la luz...
Los perros recién sacados de la perrera. | J.M.
La crisis económica no ha hecho sino agravar la situación. Los
animales se convierten en una carga no sólo durante las vacaciones sino
todo el año, explica Iván, que acaba de llegar de la
perrera municipal de Sevilla
con la furgoneta cargada de nuevos inquilinos para el refugio. "Iba a
por cinco perros y al final me he traído 22", aclara. Los 128 perros que
por la mañana tenía el refugio se han convertido durante la entrevista
en 150. "Estamos desbordados", dice Silvia, a la que le cuesta caminar
entre tantos perros. Gatos tienen otros 60.
El caso de
Ayandena (Asociación de Ayuda Animal y
Defensa Natural) no es único, pero si paradigmático de lo que le sucede a
casi todas las protectoras de animales en este momento. "Los animales
que recoge el centro municipal zoosanitario, la perrera, se sacrifican
si nadie los reclama en el plazo de 15 días. Nosotros -explica Silvia-,
para
evitar que los sacrifiquen, nos los traemos al
refugio, los atendemos y los cuidamos hasta que podemos entregarlos en
adopción o en acogida". Pero no es fácil.
Objetivo: sacrificio cero
A los machos los castran en cuanto llegan. Para reducir su
agresividad y para evitar que preñen a las hembras. "Nuestro objetivo es
reducir a cero el número de sacrificios, y no podemos dejar que se
reproduzcan, porque el problema no haría más que agravarse". Y a todos
los vacunan, les ponen el correspondiente
chip y les dan de comer hasta que alguien decide llevárselos.
También hay gatos en el refugio de Ayandena. | Jesús Morón
"La gente quiere
perros pequeños, que puedan tener
en un piso, que no coman demasiado, que no les den mucha guerra". Y eso
condena a algunos animales a vivir siempre en espera de que alguna
persona los acoja o adopte. "Algunos perros llevan con nosotros desde
que abrimos el refugio, hace un año y pico. Otros se van en poco
tiempo", relata Iván mientras mete a algunos de los perros recién
llegados en los cheniles de la
zona de cuarentena, donde los tienen al llegar al refugio para evitar que, si traen algún tipo de enfermedad, contagien a los otros.
Los animales enfermos están aislados del resto, como las perras
recién paridas o las que están a punto de alumbrar. "Si vienen muy
avanzadas, las dejamos que den a luz". Pero cada perra que pare trae al
mundo una camada de siete, ocho o diez cachorros. "Los enemos hasta
debajo de las piedras", dice Silvia. Como los tres pastores alemanes de
veinte días que reciben al visitante a la entrada del refugio o los
pequeños galgos que amamanta Triana, tan rechonchos al nacer que ni
siquiera parecen galgos.
Trabajo voluntario
El refugio lo dirigen Silvia e Iván, que incluso viven en una casa en
las mismas instalaciones. Pero no son los únicos que trabajan en el
mismo. Existen voluntarios, como Quique, Sandra, que está encargada de
los gatos, María o Yamila, que se enciende de rabia cuando piensa que
hay
gente que abandona a sus mascotas, que se encargan de limpiar las instalaciones y darles de comer a los animales.
Los voluntarios, con los perros. | J.M.
También colaboran con la asociación Mónica, que es la responsable de
la acogida -personas que se llevan a los animales consigo, a la espera
de que éstos sean definitivamente adoptados-, María José, que se encarga
de los amadrinamientos -cuando las personas se hacen cargo del coste
que supone el mantenimiento de una mascota, pero ésta permanece en el
refugio-, Natalia y Ainara, que se encargan de las adopciones
internacionales y en España, respectivamente, o Susana, que se dedica a
hacer
seguimiento a los animales que salen del refugio, para cerciorarse que son tratados como corresponde.
Los responsables del refugio repiten incansablemente que la situación es insostenible.
Ni subvenciones, ni ayudas públicas de ningún tipo.
"Mantenemos esto con las cuotas de los socios y con donaciones. A
veces, las donaciones vienen en forma de pienso para los animales...
También nos vale, porque en cualquier caso lo tendríamos que comprar",
explica Silvia.
Cuando se produce una adopción, el refugio entrega los animales "gratis". Sólo cobra los
gastos generados por la asistencia veterinaria:
la esterilización, la vacunación y la implantación de los chips que
identifican al animal y a su propietario. En total, unos 70 euros,
explica Silvia. "La intención de la asociación no es hacer negocio con
las mascotas, sino que éstas estén bien".
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/17/andalucia_sevilla/1337256628.html