Cuando el Sputnik 2 fue lanzado al espacio a bordo había una perra recogida de la calle.
Los científicos rusos, en plena Guerra Fría, querían demostrar que su tecnología militar era la más avanzada del mundo.
Era un experimento: si Laika sobrevivía, enviarían un ser humano. Pero cuando Laika fue introducida en aquella nave, esta no disponía de ningún sistema que le permitiese aterrizar con vida. Era una condena a muerte. La nave se sobrecalentó progresivamente y murió "asada" viva.
Eligieron a Laika por su tamaño pequeño, su caracter noble y porque ladraba mucho (Laika quiere decir "ladradora" en ruso). Los ladridos se transmitían a los científicos en Rusia, y así comprobaron que Laika siguió viva durante varias horas después de acceder al espacio exterior.
Una vez comprobado que era factible que un mamífero viviese en el espacio exterior perfeccionaron la tecnología para que un humano pudiese hacer el mismo viaje, pero garantizando que pudiese regresar con vida. Y así lo hizo Yuri Gagarin.
El caso de Laika demuestra que da igual si la experimentación animal nos es útil o no. Lo importante es que es inmoral y nunca está justificada.
Laika quería disfrutar de la vida, y tenía tanto derecho a ello como Gagarin o cualquier otro ser humano.
Laika no te olvidamos. "
Via: facebook, Valeria Castellano