lunes, 20 de enero de 2014

LOS PERROS DE MAIRENA

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Dos socios de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas (SPAP) de Mairena de Aljarafe (Sevilla) grabaron un vídeo de sus instalaciones la pasada Navidad. Las imágenes han conmovido a miles de personas en un país que a veces se identifica con el toro de Osborne, símbolo de la infame tauromaquia. El testimonio gráfico es sobrecogedor: jaulas alfombradas de excrementos y orina, perros aterrorizados, sucios, enfermos o incluso muertos. Un verdadero campo de exterminio que recuerda los horrores de la Shoah. Muchos protestan cuando se establecen analogías entre la política de exterminio de los nazis y la violencia contra los animales, pero algunos supervivientes, como el escritor austriaco Fred Wander, que logró esquivar la muerte en Auschwitz y Buchenwald, han afirmado que los judíos, los gitanos, los polacos, los testigos de Jehová, los homosexuales, los prisioneros de guerra rusos, los discapacitados físicos y psíquicos, los comunistas, los exiliados españoles y otras víctimas, fueron triturados por un engranaje que copió los métodos de los mataderos industriales. Fred Wander se escandalizaba con el trato que recibían los animales en las zonas rurales del Mediodía francés. Perros atados a la intemperie, gatos hostigados a pedradas, corderos degollados, gallinas estabuladas. Escenas que se repetían en toda Europa y que cuestionaban el supuesto progreso moral de nuestra especie. “No sabemos nada realmente del amor –escribió Wander-, si no queremos a los animales”.
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Las imágenes de la Protectora de Mairena han inundado las redes sociales, logrando reunir 30.000 firmas en 24 horas. Las autoridades han intervenido ante la avalancha de protestas y la concentración de un grupo de personas alrededor de la Protectora, exigiendo una solución. Al parecer, han acudido 200 hombres y mujeres con la intención de alimentar y auxiliar a los perros. Esos 200 manifestantes nos han devuelto la dignidad y la esperanza, demostrando que el ser humano también es capaz de solidarizarse con el sufrimiento de los más débiles y vulnerables. Los animales no tienen derecho a la vida y a la libertad, afirmó hace tiempo Toni Canto, diputado de UPyD, avergonzándonos a todos los que hemos convivido con otras especies y sabemos que la ternura, la sensibilidad, la inteligencia o el humor no son privilegios del ser humano, tan necio, pomposo y arrogante. Me pregunto cuánto tiempo necesitaremos para descubrir que el especismo es tan abominable como el racismo, la xenofobia, el machismo o la esclavitud. Dian Fossey nació un 16 de enero y murió asesinada por cazadores furtivos el 26 de diciembre de 1985. Fue el primer humano que logró integrarse en una comunidad de gorilas de montaña, descubriendo que cada individuo poseía una personalidad diferente. No sólo eran capaces de jugar o manifestar afecto, sino que además establecían normas para neutralizar la agresividad y mantener la cohesión. De hecho, el grupo se desintegró cuando los furtivos mataron al macho dominante y ocupó su lugar un individuo caprichoso, violento e inmaduro. El asesino de Dian Fossey partió su cráneo por la mitad con una panga, el arma que se utilizó en el genocidio de Ruanda para matar a 800.000 tutsis y hutus moderados entre abril y junio de 1994. Conservó su cabeza como trofeo y la colgó en su vivienda, reproduciendo un comportamiento que muchos humanos consideran aceptable con otras especies.
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Corren muchos rumores sobre los perros de la Protectora de Mairena. Algunos afirman que casi todos han muerto. Otros hablan de perros rescatados. Al parecer, no se podrá hacer nada hasta que una orden judicial autorice la entrada en el recinto. Acaba de estrenarse Febrero, el miedo de los galgos, un documental de Irene Blánquez, que recrea las penalidades de los galgos al final de la temporada de caza, cuando al menos 50.000 son abandonados, ahorcados, apaleados, quemados o arrojados a un pozo para morir de sed y hambre. El problema no se agota en Mairena, sino que se extiende por la piel endurecida de un país aficionado a los toros, la caza, la matanza del cerdo o el abandono de las “mascotas” (un término odioso y mezquino), pretextando alergias, cambios de domicilio o el nacimiento de un hijo. Nada cambiará hasta que las familias y las escuelas inculquen en los niños y niñas el amor y el respeto hacia otras especies. Los perros de Mairena no son más desdichados que los animales de granja, olvidados y menospreciados. Los animales no son objetos de consumo. Son nuestros hermanos menores y, en muchos casos, nuestra familia, los que nos acompañan cuando otros se apartan de nuestro lado porque hemos envejecido, enfermado o perdido el trabajo. Algún día tendremos que reconocer todo lo que les debemos y lloraremos por el inexcusable dolor que hemos sembrado a nuestro paso.
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RAFAEL NARBONA
Las dos primeras fotos fueron realizadas por María Toral, que me ha autorizado amablemente su publicación.

 http://rafaelnarbona.es/?page_id=6286

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