En alguno de los soplos sobre los que trabajaron las fuerzas del orden en los últimos años se incluía incluso la presencia de un apostador con 120.000 euros para cruzar en el sangriento corro. Pero ni el soplo se concretó, ni quien revela la anécdota dio nunca mucho crédito a que llegaran a manejarse semejantes cantidades. Sin embargo, el rastro de leyenda que ha dejado la actividad en Galicia está acompañado siempre de asombrosas cantidades de dinero cambiando de mano a golpe de dentelladas. «Es mucho más probable que las apuestas estén relacionadas con cantidades de droga relativamente pequeñas. Incluso con mujeres. Pero nada de grandes sumas».
El ambiente de las peleas está vinculado, consideran los investigadores, a los ambientes más truculentos, donde el menudeo de estupefacientes se confunde con los robos y la prostitución en su nivel más bajo. La celebración de estos siniestros espectáculos está siempre circunscrita a pequeños círculos de confianza donde impera la ley del silencio e incluso la extorsión para evitar cualquier filtración.
Condena en Ferrol
La primera y única condena dictada en Galicia por una pelea de perros tuvo lugar en Ferrol hace algo más de diez años. Cuatro individuos fueron multados como organizadores o espectadores de la actividad ilegal. En la operación, la mayor parte de los asistentes, en una finca privada, consiguieron huir. Sin embargo, la policía local todavía encontró a dos pit bull peleando y a otros siete ejemplares de la misma raza heridos y malnutridos. Tres de ellos tuvieron que ser sacrificados.
Los espárrines
Uno de los indicios que suele estimular el runrún sobre la posible celebración de peleas es la desaparición de perros domésticos. Algunas de estas mascotas son utilizadas por los adiestradores de perros de pelea para desarrollar su agresividad, su instinto asesino. Los canes domésticos se convierten en espárrines devorados por perros que se preparan para matar. Sin embargo, las fuerzas de seguridad consideran que la mayoría de estas desapariciones no están relacionadas con este submundo, más allá de episodios aislados e intermitentes.
El endurecimiento de las penas por maltrato animal y una mayor sensibilización social sobre los perros peligrosos ha hecho descender el censo de los canes que tradicionalmente son usados para pelear: «Hay muchos menos», confirman, en este sentido, los responsables de perreras y refugios.
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