viernes, 7 de octubre de 2011

Percy Bysshe Shelley

Shelley (1792 - 1822), poeta romántico, filósofo y proclamado ateísta y defensor del amor libre, es uno de los más entusiastas y animados materialistas de la Escuela Francesa. Antes de hacerse vegetariano, ya había escandalizado a su familia y a la escuela universitaria de Oxford. Le encantaba hacer experimentos eléctricos y químicos en su habitación en Oxford, destrozando los muebles y la moqueta sin preocupación alguna. Entre sus creencias se encontraba la destrucción de la propiedad privada, de la religión y del matrimonio.

Sus escritos vanguardistas abogaban por una dieta vegetariana, como es el caso del Ensayo sobre el Sistema de Dieta Vegetariana y su Justificación como Dieta Natural, de 1813.


Shelley odiaba a su padre y quería ser lo más diferente posible de él. Por eso, mientras que para su padre, Sir Timothy Shelley, el manjar más preciado era una pata de cordero, él se hizo vegetariano.

Defiende la abstinencia de carne y de alcohol, dado que esta "dieta natural" mejora la salud física y mental. Su vegetarianismo no sólo se fundamentaba en razones de salud, sino que también vio la necesidad de dar un paso adelante en el perfeccionamiento moral de la sociedad.

Murió justo antes de cumplir treinta años. En su corta vida produjo una enorme cantidad de trabajo. Era poeta, ensayista, dramaturgo, traductor, corrector y corresponsal. Atacó a los principales problemas políticos y espirituales de la sociedad de su época.

Se convirtió al vegetarianismo en marzo de 1812, mientras vivía en Dublín. La pobreza de Irlanda había resultado muy dura para él. Y aunque era un difícil momento para adoptar una dieta vegetariana, debido a la escasez de verduras (excepto patatas), fue consistente con su decisión.
Unos meses después conoció a John Newton y formó parte de su círculo en pro del vegetarianismo, que abogaba por una dieta vegetariana estricta como alimentación curativa y preventiva de numerosas enfermedades. La presencia de Shelley en el círculo de Newton, aumentó aún más el interés del público por el vegetarianismo, en personas refinadas y con educación, casi todos pensadores independientes.
Estaba convencido de que comer animales era algo innatural que contribuía a diferentes enfermedades en el organismo humano.
Equiparó el comportamiento carnívoro con el barbarismo y la irracionalidad. Como Pitágoras, veía el acto de matar y comer animales como una "degeneración" de la natural armonía con la naturaleza y la vida en la tierra. Habló del dominio contaminado del hombre sobre el mundo animal y del innatural anhelo de carne muerta de la humanidad.

Siguiendo a Plutarco, argumenta que los humanos no estamos designados por la naturaleza para comer carne. La anatomía humana nos muestra que somos totalmente frugívoros y nada carnívoros: No tenemos garras para asir nuestras presas, ni dientes afilados para desgarrar sus fibras. Sólo suavizando la carne muerta mediante preparaciones culinarias, la hacemos susceptible de ser masticada y digerida. Como Plutarco, recomienda al carnívoro cazar un cordero vivo con sus propias manos y dientes. Lo único que nos diferencia de los demás animales es que nosotros alteramos nuestra comida cocinándola.

Shelley creyó que la Edad Dorada volvería inevitablemente. Imaginaba un futuro en el que los hombres retornarían a una dieta natural.

El vegetarianismo de Shelley no era un fenómeno aislado, sino que existió dentro de un contexto de sensibilidad ética y una perspectiva humanista general, que incluía la oposición a la irracionalidad y la barbaridad de la guerra (en esta época Europa acababa de ser devastada por las guerras de Napoleón), así como a toda forma de injusticia, explotación y opresión de unas personas o segmento de la sociedad por otro.

Le encantaban las frutas y verduras crudas, especialmente manzana, peras, naranjas, grosellas, nabos y lechuga. Desaprobaba las sofisticadas preparaciones culinarias y las especias. En aquélla época, muchos ingleses vegetarianos disfrutaban preparando comidas vegetarianas muy elaboradas; lo que muestra la gran diversidad que existe entre unos y otros estilos de vida vegetarianos.

Vio en la longevidad una de las ventajas de la dieta vegetariana. No hay enfermedad, corporal o mental, que no pueda ser mitigada de manera infalible, mediante la adopción de una dieta vegetal y bebiendo agua.

Puntualizó el trato amable hacia todos los animales, incluyendo insectos como hacía Pitágoras, al que imitaba (y sin saberlo también a los budistas chinos), comprando cangrejos y devolviéndolos al Támesis.

Para él la reforma dietética de la sociedad era la más ambiciosa, pues atacaba directamente a la raíz del problema.

Plutarco fue una gran inspiración para los británicos vegetarianos de la era de Shelley, muchos de los cuales eran capaces de leer sus escritos sobre vegetarianismo en Latín.


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