martes, 18 de octubre de 2011

Inglaterra: juez dictamina que un gato refuerza el vínculo familiar de un inmigrante


En Inglaterra, un inmigrante ilegal ha evitado su deportación al demostrar que tiene pareja estable, un vínculo familiar reforzado, según la sentencia de juez, por el hecho de que ambos compraron un gato. El asunto ha provocado una aireada discusión sobre los derechos humanos –en este caso, el derecho a una vida familiar- en gran medida aupado por las declaraciones de Theresa May, Home secretary, en una conferencia del Partido Conservador:

Todos conocemos las historias sobre el Acta de Derechos Humanos. El traficante de droga violento que no puede ser enviado a su casa porque su hija –a quien no pasa manutención- vive aquí [en Inglaterra]. El ladrón que no puede ser deportado porque tiene novia. El inmigrante ilegal que no puede ser deportado porque –y esto no lo estoy inventando- tiene un gato.

La reacción del público –el caso ha sido objeto de varios debates en la televisión- ha ido desde la broma hasta la indignación. Seguramente la pregunta para la que ha habido diferentes respuesta es: ¿es que acaso tener que abandonar a un animal puede causar tal estrés emocional en una persona, al punto de justificar una decisión como la tomada por el juez?

Desde la perspectiva de quien tiene un perro, y asumiendo las particularidades del caso, mi respuesta es que sí. Actualmente, eso es más que evidente. He encontrado un ejemplo práctico en The New York Times: en Estados Unidos, muchas líneas aéreas comerciales ya no permiten en sus vuelos perros de razas braquiocefálicas, es decir, aquellos que tienen la cara achatada, como el bulldog francés o el pug.

La razón, explica el diario, es que muchos perros de estas razas han muerto durante el vuelo. ¿Qué hacer en la eventualidad de tener que viajar de Nueva York a Los Angeles, de la costa atlántica a la costa pacífico de Estados Unidos? Una persona práctica y sin experiencia con mascotas pensaría inmediatamente que la solución es dejar al animal.

Algunos propietarios considerarían la posibilidad de enviarlo por tierra, un viaje que puede durar un día y unas veinte horas. Los propietarios que pueden costearlo, no dudarán en pagar un vuelo privado en Pet Jets o Pet Airways, dos líneas aéreas estadounidenses dedicadas exclusivamente al transporte de mascotas. En un vuelo reciente de esta última, cinco de los quince pasajeros caninos eran de razas braquiocefálicas.

Entrevistado por el diario, el propietario de un bulldog francés explicó que acababa de pagar 840 dólares –630 euros- por el billete para asegurarse paz mental: si el perro vomita, se siente mal o se produce cualquier otra situación indeseable, habrá un humano allí para socorrerlo.

En cuanto al estudiante boliviano que permaneció en el Reino Unido después de vencerse su permiso, hacía cuatro años que vivía con su pareja en Inglaterra. De acuerdo con The Telegraph, el juez dictaminó que el hecho de que poseyeran un gato reforzaba la calidad de su vínculo familiar y que una separación generaría mucho estrés emocional a los implicados. The Guardian reproduce un fragmento de la sentencia de un segundo juez que revisó el caso:

La determinación del juez de inmigración [la no deportación] se sostiene y el gato ya no tendrá que temer adaptarse a los ratones bolivianos.

Fuente: http://www.ecologiablog.com/post/6247/inglaterra-juez-dictamina-que-un-gato-refuerza-el-vinculo-familiar-de-un-inmigrante

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