De una tacada, 700 pájaros: jilgueros, pinzones, pardillos y verderones. Todos ellos cazados por furtivos y traídos y mantenidos en condiciones penosas. La Guardia Civil llevó a cabo el martes al mediodía en una casa de Terrassa la mayor incautación de aves silvestres cantoras realizada hasta ahora en Catalunya. La intervención, hecha por agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), pone de manifiesto la magnitud que en Catalunya está alcanzando el tráfico ilegal de esas especies y ha destapado el funcionamiento de la cadena de cazadores furtivos, intermediarios y vendedores que participa en un negocio de gran impacto medioambiental.
Algunos de los pájaros hallados por la Guardia Civil en una casa de Terrassa. GUARDIA CIVIL / ÁLVARO MONGE
Algunos de los pájaros hallados por la Guardia Civil en una casa de Terrassa. GUARDIA CIVIL / ÁLVARO MONGE
Fuentes de la Guardia Civil señalaron que la intervención confirmó sus sospechas. «Nos llegaban indicios de que el mercado ilegal de pinzones, jilgueros, verderones y pardillos crecía en Catalunya; encontrar 700 pájaros lo confirma», explican estas fuentes, que añaden: «Son pájaros silvestres que en cautividad difícilmente crían. Por eso, la manera que tiene la gente de conseguirlos es comprándolos a personas que los capturan ilegalmente». Estas fuentes alertan de que esos pajaritos «se han convertido en un negocio y eso hace que se estén capturando más que nunca. Nos vamos a quedar sin pájaros en nuestros campos y, para cuando nos demos cuenta, estaremos ante un descalabro ecológico».
ASFIXIADOS DENTRO DE CAJAS / Antes de llegar, los agentes solo sabían que en esa casa se vendían aves cantoras. Lo que encontraron superó todas sus expectativas: había jaulas por todas partes. Las paredes, cubiertas de arriba a abajo. También en el suelo. A los guardias les impresionó encontrar jaulas apiladas unas sobre otras dentro de cajas de cartón de televisores. Allí dentro, sin agua ni comida, los pájaros se cocían por el calor y la falta de aire pues ni siquiera se habían tomado la molestia de hacerles unos orificios de aireación a los cartones. En el fondo de las cajas aparecieron pajaritos muertos por asfixia. Una a una, los agentes fueron sacando las 700 aves y metiéndolas en habitáculos más higiénicos, en una operación que les llevó casi tres horas y en la que se vivieron momentos de tensión con los familiares del propietario. El hombre confesó que se dedicaba a ese tráfico ilegal y que conseguía los pajaritos comprándolos a furtivos que los cazan con artes prohibidas (red o pegamento) en Cuenca. A los cazadores les pagaba 5 euros por ejemplar. Luego los traía a Terrassa, donde los revendía a 15 euros, aunque por comprar varios hacía descuento.
El bajo precio obedece a que, al ser acabadas de capturar, los traficantes desconocen si esas aves van a cantar. «En ese mercado, los pájaros que no cantan no valen nada. Si hay suerte, el comprador los libera. Si no, se los come fritos», dicen esas fuentes. Con los cantores la cosa cambia. Uno bueno puede costar cientos de euros. Y, si tiene copa, que es como se denomina a los que han ganado algún trofeo de canto, su precio puede escalar hasta los 1.500, 2.000 y hasta 2.500 euros.
JUVENILES DE PRIMER AÑO / En ese mercado, los más demandados son los jilgueros, pues su alimentación es como la del canario. En cambio, los más cotizados para los concursos son, por su canto, los pinzones, que requieren unos cuidados más complejos. «Quien no conozca esto no sabe la pasión que los pájaros pueden despertar en sus dueños», señalan las mismas fuentes.
Los pajaritos confiscados han sido trasladados al Centre de Fauna de Torreferrussa, dependiente de la Generalitat, en Santa Perpètua de Mogoda. Ahí, según Joan Mainé, el director del centro, «a todos los pájaros se les ha hecho un examen físico, se les ha anillado y se les está liberando gradualmente». La mayoría son «juveniles de primer año». A estos, que han estado poco tiempo enjaulados, se les puede soltar en breve. Más difícil es liberar a los que llevan meses en cautividad, pues han perdido la costumbre de vivir libres y de tener que buscarse la comida.
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