Crecí oyendo decir que abstenerse de votar en las
elecciones solo beneficiaba a la derecha, que era regalarles el voto,
que no era una postura responsable. Que una buena ciudadana no debe
abstenerse. Lo decía, sobre todo, la gente del PSOE y sus afines. En
realidad, querían decir que, si eras de izquierdas y no encontrabas
alternativa a tu voto, porque ninguna candidatura te convencía, era
mejor votar a una pseudoizquierda como la suya (es decir, lo que empezó
siendo socialdemocracia y acabó siendo Tercera Vía). Mejor ellos que un
partido pequeño; eso era tirar el voto, alertaban. Mejor ellos que la
abstención, que consideraban peor que nada. Lo llamaban voto útil. Fui
abstencionista con esa cierta carga de culpabilidad, pues no lo era por
dejadez sino por un afán de coherencia que
ellos tachaban de falta de pragmatismo. Hasta que, sin culpa alguna,
empecé a votar a partidos pequeños; desde su fundación, al PACMA.
Solo una vez en la vida voté al PSOE, en las elecciones generales de
2008. Fue el cumplimiento, agradecido, de una promesa que hice ante el
televisor el día que vi a José Luis Rodríguez Zapatero en su discurso,
en el Congreso, de aprobación del matrimonio entre personas del mismo
sexo. Me pareció de tal importancia aquella reforma de la ley que pensé
que debía dejar a un lado las diferencias y premiar con mi apoyo a los
políticos que habían luchado por llevarla adelante y habían cambiado la
Historia para mejor. Aplaudí lo que es la quintaesencia de la política y
debiera ser su pan de cada día: el trabajo por el bien común. Pero
antes fui una de esas abstencionistas a conciencia a las que tan
concienzudamente criticaban los del PSOE y que tantos votos útiles les
granjeó.
El martes pasado, sin embargo, los diputados
del PSOE se abstuvieron. Se votaba en el Congreso la admisión a trámite
de la ILP para considerar las corridas de toros Bien de Interés
Cultural a nivel nacional y los del PSOE se abstuvieron. Se trataba de
una votación muy importante, porque votar sí o votar no significaba que
te ponías a favor o en contra de maltratar animales hasta la muerte. Y
los del PSOE se abstuvieron. Era una votación trascendente, porque
apelaba a la ética personal y a la ética social, a la altura o bajeza
moral de nuestro país, a la posibilidad de cambiar la Historia para
mejor. Y los del PSOE se abstuvieron. Ellos, que tanto han acusado a los
abstencionistas de beneficiar a la derecha, con su abstención
beneficiaron a toreros que matan, a ganaderos que crían para matar, a
empresarios que fomentan la matanza y a la derecha que los defiende y
los representa.
Los diputados del PSOE se abstuvieron
de declarar que las corridas son un espectáculo sanguinario y cruel.
Los diputados del PSOE se abstuvieron de denunciar que las escuelas
taurinas son una aberración para los becerros mortificados y para los
chavales que se adiestran en la violencia. Los diputados del PSOE se
abstuvieron de considerar una vergüenza que si se aprueba el BIC las
distintas administraciones tengan que destinar dinero público para el
fomento de la tauromaquia. Los diputados del PSOE se abstuvieron de
calificar de barbaridad que en los colegios y universidades se llegue a
enseñar tauromaquia. Los diputados del PSOE se abstuvieron de
pronunciarse sobre una actividad que rechaza la inmensa mayoría de la
sociedad. Ni siquiera tuvieron la valentía, los diputados del PSOE, de
aparcar la disciplina de voto, la valentía de ejercer la libertad de
conciencia. No tuvieron la valentía de dar la cara y atreverse a votar a
favor de la tortura y de la muerte. Los diputados del PSOE escondieron
la cobardía en su tan denostada abstención.
Se ha
publicado que el PSOE se abstuvo por la presión que Luis María Gibert,
promotor de la ILP taurina, ejerció sobre los diputados con quienes
había mantenido conversaciones previas y le habían prometido su apoyo,
que eran los de Andalucía, Extremadura y las dos Castillas, quienes a su
vez, muy enfadados, advirtieron a Rubalcaba: “Si decimos no a los
toros, nos cuelgan en nuestros pueblos”. Y Rubalcaba cambió por la
abstención su no inicial. No pretendía proteger a los animales, pues
cabe recordar que traspasó las competencias taurinas a Cultura cuando
era ministro del Interior, sino resaltar su postura frente a los
desahucios. Pero resulta que en casi ocho años de gobierno el PSOE se
abstuvo de cambiar una coma de la Ley de Desahucios y, según denuncia la
PAH, desde que se destapó la gran estafa que llaman crisis se ha
opuesto sistemáticamente, de la manita del PP, a las distintas
alternativas ofrecidas por la Plataforma para parar ese drama.
Se supone que a los diputados los colgarían en sus pueblos en sentido
figurado y que lo que sus señorías querían decir es que perderían un
puñado de votos, por lo que queda en evidencia la altura moral de esos
políticos. Pero también su altura de miras, pues esos que en su pueblo
los quieren colgar son muy brutos, desde luego, pero mucho menos
numerosos que los que en todo el territorio del Estado están en contra
de la tauromaquia. Así que, por proteger sus sanguinolentos escaños,
perjudican a todo el partido. Y el PSOE se abstiene de pensar en ello.
Esta abstención significa que el PSOE no tiene proyecto político (es
imposible tenerlo sin aspiraciones éticas), no tiene rumbo, no tiene
visión de futuro. “Los toros no están en la agenda política del
partido”, me dijo hace poco una de sus diputadas. Cómo van a estar,
mujer, si el partido, por no tener, no tiene ni agenda. Lo que tiene es
unos principios pero, si no nos gustan, tiene otros. Lo que tiene es un
problema. Porque lo que consigue el PSOE no es que quieran colgar a los
diputados en su pueblo sino que en Madrid abucheen en una manifestación a
Beatriz Talegón, la secretaria general de la Unión Internacional de
Juventudes Socialistas. Lo que consigue el PSOE es que, solo porque
viene de sus filas, cuestionemos la voz de esta chica, que objetivamente
merecería la pena oír. Lo que consigue el PSOE es que cunda la sospecha
de que su aparición en escena solo sea un intento a la desesperada de
renovar su imagen en la calle y de acercar al 15M a un partido que
recela de ese movimiento y que durante mucho tiempo se ha abstenido de
darle legitimidad solo porque atentaba contra sus intereses de statu
quo.
Se ha producido estos días una interesante
coincidencia: a Ada Colau la echaron del Congreso y a Beatriz Talegón la
echaron de la calle. No me gusta ni lo uno ni lo otro: rechazo que a
personas justamente indignadas las levanten a la fuerza de la cámara de
representación política y rechazo el linchamiento personal, aunque sea
solo de carácter verbal. Pero veo que entre estos dos actos existe una
correspondencia que hay que tener en cuenta. Quizás demuestra que es
demasiado tarde para ciertas cosas. Y que el PSOE, que se abstiene de
juzgar la crueldad (la de los toros ahora y antes la de los bancos), no
debiera abstenerse de pensar en las consecuencias de sus abstenciones.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Abstenerse_6_102249784.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario