El cangrejo rojo de la Isla de Navidad (Gecarcoidea natalis) es una especie endémica de esta isla australiana a 370 kilómetros al sur de Indonesia, un paraíso natural que tiene maravillados a los biólogos. No por nada la llaman “la Galápagos del Indico”.
Cada año por estas fechas, al principio de la temporada de lluvias monzónicas, por lo general el último trimestre de cada año, comienza la época reproductiva de los cangrejos rojos, lo que desemboca en una de las más espectaculares migraciones animales de toda la naturaleza.
Aproximadamente 120 millones de ejemplares comienzan un peregrinar de unos 5 kilómetros de longitud, para llegar de la selva donde viven hasta el mar donde se aparearán y las hembras pondrán sus huevos, tardando en hacer el camino entre 5 y 6 días en marchas de unas 12 horas diarias, toda una notable hazaña atlética para unos animales tan pequeños.
Y más teniendo en cuenta que la migración es extremadamente exigente desde el punto de vista energético de unos animales que el resto del año permanecen relativamente inactivos en sus madrigueras en el suelo de la selva tropical, donde apenas se mueven de madrugada, para alimentarse.
Sin embargo, no es este chute de hiperactividad el principal enemigo para la integridad de los cangrejos; ni siquiera el riesgo de deshidratación cuando pasan por los claros del bosque. Cuando se ven obligados a atravesar las zonas despejadas, miles de cangrejos adultos y jóvenes son aplastados por los vehículos al cruzar las carreteras.
Para disminuir el número de cangrejos despachurrados por los coches (se estima que aproximadamente mueren unos 100.000, el 0,83% de la población), las autoridades de la Isla de Navidad cortan muchas carreteras durante esos días. Los cerca de 1.200 habitantes de la isla están acostumbrados a estos cortes y han convivido durante años en armonía con esta migración.
Pero hay carreteras que no se pueden clausurar; y en ellas se realizan toda una serie de actuaciones viales que facilitan el viaje de los crustáceos mediante túneles y pasos elevados que salvan el asfalto y, también, a miles de animales de la muerte.
Para canalizar el tráfico de cangrejos hacia los puntos de paso, se colocan una suerte de protecciones flexibles en los márgenes de la carretera que dirigen la marea roja en forma de embudo hacia los “pasos de cangrejos” habilitados, unas infraestructuras elevadas o soterradas que les permiten atravesar con seguridad las carreteras y seguir su camino hacía el mar.
Después de aparearse y poner las hembras sus huevos en el océano, realizan el largo viaje de vuelta a los bosques de la isla por su cuenta, de forma tranquila y espaciada. Ya no tienen esa prisa hormonal; y ahora cuentan con una ayuda en forma de pasos a distinto nivel que les permitirán cerrar su ciclo vital sin acabar entre las ruedas de un coche.
Fuente: Gobierno de Australia
Fotos: ABC News
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